Carlos
A. Loprete, ¿QUÉ FALTA POR SUCEDER?
Millones y millones de personas de los
cinco continentes se formulan esta pregunta sin encontrarle respuesta, y es
natural que así sea, porque este asunto del futuro ha sido, es y seguirá siendo
uno de los misterios inaccesibles a la mentalidad humana. Esto por una sencilla razón: si una cosa no
ha sucedido todavía no es posible saber ahora cómo habrá de ser por la
multiplicidad de sucesos que podrían suceder.
Cualquier afirmación que se haga es una
mera conjetura, una suposición sin sostén alguno en la realidad, y como tal, no
sabemos si es cierta o no. Para ser cierta una cosa el pensamiento debe
coincidir con la realidad, pero como la realidad del mañana no ha sucedido
todavía, no hay comparación posible. El filósofo Aristóteles advirtió hace 2.400
años esta imposibilidad. Su demostración es famosa: no puede saberse si mañana
habrá o no una batalla naval, puesto que las condiciones para que suceda
tendrían que conocerse de antemano hoy, y esto es imposible porque no han
ocurrido todavía y no hay entonces correspondencia entre presente y futuro. Más
todavía: si existieran y el hombre las conociera, esto significaría que no hay
libertad en este mundo puesto que las cosas le sucederían al ser humano sin su
intervención. Le sucederían las cosas y no sería él quien las ejecutara con
libertad.
Sin embargo, el hombre sabe que ciertas
cosas del futuro pueden ser cumplidas por él
libremente, como por ejemplo, cortar una capa en dos mitades o en
cualquier número de partes, aunque también sabe que no podría hacerlo si se
presentara un hecho inesperado (o contingente, como se dice en lenguaje
filosófico), el robo de la capa, digamos.
Dentro de los contingentes (que podrían
ocurrir o no), la posibilidad es prácticamente ilimitada e incognoscible.
Pueden darse fenómenos de la naturaleza (lluvias, sequías, tormentas),
limitaciones del cuerpo humano (saltar y quedarse suspendido en el aire,
enfermedades, deformidades orgánicas), acciones de terceras personas (por
ejemplo, amenazas), principios morales personales o provenientes de fuentes
externas (religión, profesión, medicina, cultura local), que se oponen a
ciertos actos como dañar, herir, injuriar, robar, etc.
En cualquiera de estas posiciones, todas
dan por supuesto que hay un futuro que está por cumplirse. La pregunta
consiguiente es entonces: ¿y qué es lo que falta por suceder todavía en la vida
de este planeta?
Como hay un impedimento comprobado para
poder predecir el futuro, al ser humano no le quedan otras alternativas que
resignarse a no poder conocerlo y esperar a que suceda, o intentar otras
soluciones sustitutivas .
Desde mediados del siglo pasado han surgido
individuos y grupos seguidores de la decisión de hacer cualquier cosa: “Haz lo
que quieras” (Do what thou wilt). Hacer lo que a cada uno se le ocurra implica
aceptar que no hay un futuro único sino que puede suceder el escogido por una
determinada persona o por otra, o incluso uno no pensado por nadie. Por
consiguiente, el futuro es incognoscible, y ahí concluye el tema.
El sólo hecho de que haya incontables
interpretaciones del futuro está indicando que no se lo conoce, por lo que
tales teorías no valen como afirmaciones y son meras conjeturas. Una conjetura
es, conforme lo indica la ciencia del lenguaje, una suposición arrojada junto a
otras, sin que se sepa si es verdadera o falsa. Se la arroja al lado de otra
(cum + iectum), sin la pretensión de que sea la verdad, para tratar de ver si
en el conjunto, es cierta o no.
Conjeturas incumplidas las hubo siempre en
la historia. Vistas hoy en día a la luz de los sucesos efectivamente ocurridos
en la historia real, se constata la banalidad y superfluidad de ellas, puesto
que los futuros conjeturados no se produjeron, y a lo sumo, las conjeturas se transformaron en una
práctica de adivinación.
Entonces, si las generaciones pasadas
sobrevivieron sin necesidad de conocer el futuro, ¿por qué no podríamos vivir
nosotros los contemporáneos sin conocerlo? Y además, ¿está usted seguro de que
quiere conocer su porvenir? Piénselo.
Vea cómo podría vivir si supiera el día, la hora y la causa de su muerte; los cataclismos naturales que tendrá que
sobrepasar; las injusticias e iniquidades que le sobrevendrán; las guerras y
revoluciones venideras, las pestes, las masacres y tantas otras cosas
venideras.
Y finalmente, ¿qué salida tendría si
dentro de ese conocimiento estuviera incluida la idea de que el futuro es incognoscible?
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