Carlos
A. Loprete, LO QUE EL OJO HUMANO NUNCA VIO
¿Cómo se imagina usted
que es el Paraíso?
Hay varias
posibilidades de interpretarlo según lo registra la historia. Con anterioridad
a los griegos, se lo relacionaba con la palabra persa “jardín”, puesto que esto
era precisamente en esos tiempos, un lugar en la tierra, el Edén, donde el
Creador había instalado al primer hombre y la primera. No se conoce hasta ahora
el lugar preciso donde estuvo ese jardín terrenal. De allí los expulsó Señor
por haber desobedecido su orden de no comer fruta del árbol de la ciencia del
bien y del mal. Esta imagen es una mera forma literaria (antropomórfica)
reducida en alguna versiones populares a la figura de una manzana, para
significar que el hombre debe reconocer y aceptar su condición de criatura
creada y no salirse de ella pretendiendo poderes que son únicamente de Dios.
Muchos artistas han pintado cuadros coloridos de ese lugar, conforme a su
propia imaginación. La figura de la serpiente seductora es también una imagen
tradicional, sin que por ello se pretenda significar que el Diablo tiene
precisamente la forma de ese animal.
Pero este vocablo
Paraíso, además de este primer significado de jardín terrenal tiene un segundo,
no referido a este planeta sino a otro superior, donde residen las almas de los
bienaventurados que verán a Dios después de esta vida. ¿Y cómo será ese otro
Paraíso?
Nadie lo sabe, pero los
cristianos tienen en sus libros algunas pistas reveladoras. Santa Teresa de
Jesús (1515-1582), en el Libro de su vida (cap. XXVIII), asegura haber tenido
varias visiones sucesivas:
“Estando un día en
oración, quiso el Señor mostrarme solas las manos, con tan grandísima
hermosura, que no lo podría yo encarecer. Hízome gran temor, porque cualquier
novedad me la hace grande en los principios de cualquier merced sobrenatural
que el Señor me haga. Desde a pocos días vi también aquel divino rostro, que
del todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender porqué el Señor se
mostraba así, poco a poco, pues después me había de hacer merced de que yo lo
viese del todo, hasta después que he entendido que me iba Su Majestad llevando
conforme a mi flaqueza natural.
Los teólogos entendidos
sostienen que estas apariciones a la madre Santa Teresa fueron de naturaleza
imaginativa, consistentes en ciertas representaciones que se dan en la fantasía
de algunas personas sin que sean una auténtica visión directa de Dios. En las
iglesias protestantes se han registrado también numerosos casos semejantes,
según puede comprobarse leyendo Las variedades de la experiencia religiosa, del
filósofo estadounidense William James.
“En el mismo momento en
que sentí la llamada del Padre, mi corazón saltó al reconocerlo; corrí,
abriendo los brazos y grité: “¡Aquí estoy, Padre,mío!...¿qué debo hacer…?”,
confiesa un creyente. William James sostiene que “son muy escasos los creyentes
cristianos a quienes se les ha concedido tener una visión sensitiva de su
salvador…”
Podemos haber leído o
imaginado un mundo sin dolor ni enfermedad, donde las plantas no se marchitaran
nunca y el león acariciara al cordero, donde todas las ansias de conocimiento
estuvieran satisfechas, un mundo sin tristezas ni temores, pero ese Paraíso no
se parecerá en nada a lo que hemos visto, pensado o imaginado. La promesa de Dios
está explícitamente anunciada en por San Pablo en 1 Corintios 2, 9:
“Lo que el ojo no vio,
ni el oído oyó, ni se le antojó al corazón del hombre, eso preparó Dios para
los que le aman.
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